Enganchados a los animales. Beneficios de tener una mascota

No hay ANIMAL que por bien no venga. Disminuyen el colesterol y el estrés. Favorecen la longevidad y el optimismo. 128 investigaciones confirman que no hay mejor medicamento que vivir con una mascota.

Doctor, qué me pasa?

Tiene altos el colesterol y los triglicéridos.

¿Y qué hago?

Cómprese un perro y sáquelo a pasear tres veces al día.

Puede sonar a broma, pero no lo es desde que en 1962 el psicólogo Boris Levison publicó un estudio titulado El perro como co-terapeuta –en el que reflejaba cómo la presencia de un perro facilitaba que los niños se abriesen más durante las sesiones– y sobre todo a raíz del descubrimiento, en 1978, de que la esperanza de vida para los pacientes que habían sufrido un ataque al corazón era mayor en el caso de que tuviesen una mascota.

Desde entonces, 128 estudios científicos han glosado los beneficios que ejercen todo tipo de bichos sobre sus dueños.

El mejor amigo del hombre

Dichos efectos benéficos se pueden clasificar en tres grandes categorías: afectivos, sociales y terapéuticos.

Los primeros son la constatación de la manida afirmación de que “el perro es el mejor amigo del hombre”, aquí extrapolada al conjunto de las mascotas, con especial incidencia a aquellas que permiten y buscan el contacto físico.

Según la mayoría de los expertos, la clave que explica la satisfacción afectiva que producen los animales domésticos reside en el ventajoso “acuerdo” que ofrecen, comparado con el que exigen las personas: una relación de entrega absoluta a cambio de una pequeña inversión de cariño y cuidados.

Un perro te recibirá en tu casa con una desmesurada muestra de babeante amor, sea la hora que sea, y te seguirá a todas partes a cambio de unas pocas carantoñas, un par de paseos diarios y el rancho. Y muchas veces, incluso por menos de eso.

Catalizadores caninos

Los beneficios sociales son también la constatación de algo que todos sabemos y que la mayoría hemos comprobado: nada como sacar a tu perro de paseo para ligar. Una explicación más académica remite al papel como catalizadores de las relaciones sociales que desempeñan las mascotas. En ocasiones, este papel se ejerce a través de las actividades conjuntas que desarrollan humano y animal. Es el caso ya mencionado de sacar a pasear al perro y la inevitable interacción con otros paseadores de canes.

En otras especies “de compañía” más independientes o pasivas, como gatos, peces, canarios, etc., la labor social-catalizadora es menos directa, pero igualmente está presente.

Al respecto, resulta revelador un estudio efectuado en 1998 en Gran Bretaña con un centenar de niños como protagonistas cuya mascota era un gato. Más del 80% de ellos indicaba que el animal les había ayudado a mejorar sus relaciones familiares al suponer un tema de conversación y de interés común. Y el 65% señalaba que les gustaba hablar con otras personas –amigos, e incluso “desconocidos”– sobre su minino.

 

No obstante, los efectos benéficos más impactantes derivados de tener una mascota, por inesperados y sorprendentes, son los terapéuticos –es decir, que se reflejan en mejor estado de salud para el dueño del animal–, y que a su vez se pueden dividir en dos categorías: los efectos terapéuticos fisiológicos, que se manifiestan en forma de parámetros clínicos –como, por ejemplo, la disminución de la presión sanguínea o de los “chistosos” niveles de colesterol y triglicéridos–, y los psicológicos o emocionales, cuyo efecto se traduce en “intangibles” como la calidad de vida, el bienestar y la felicidad del enfermo.

Una animalada de ejercicio

Dentro de los beneficios fisiológicos, la última novedad es un estudio publicado recientemente que demuestra que los dueños de perros presentan  mejor estado de salud general. La explicación: la obligación que crea el can de sacarlo a pasear todos los días implica una actividad física regular que resulta beneficiosa.

De hecho, los responsables del estudio han establecido una relación  cuantitativa entre el “beneficio para la salud” obtenido y el tamaño de la mascota. A mayor tamaño, mayor actividad física demanda el animal, y más largos serán los paseos.

Un efecto fisiológico más llamativo aún es que el sistema inmunitario de los niños se ve favorecido y estimulado por la convivencia con animales, especialmente entre los cinco y ocho años, según ha demostrado una investigación publicada en octubre de 2014. Los autores encontraron que los niveles de inmunoglobulina A en la saliva, un indicador del estado del sistema inmunitario, eran un poco más elevados y, más importante, se mantenían mucho más estables a lo largo de todo el año, en los chicos con mascotas.

La conclusión es que la exposición constante al potencial “foco de infección” que es el animal favorece el desarrollo del sistema defensivo del “amenazado”.

Aunque en los anteriores estudios se definió una relación de causa-efecto entre la presencia de mascotas y sus efectos terapéuticos, en la mayoría de los casos esta relación es mucho más difusa, por lo que los médicos acuden, para intentar explicarla, a la importancia del vínculo emocional que se establece entre dueño y animal.

Lo que nos conduce a los efectos terapéuticos emocionales. Estudios en esta área han permitido constatar que los niños autistas manifiestan conductas más sociales cuando hay animales de por medio; que la presencia de peceras ayuda a tranquilizar y a reducir los ataques de los enfermos de alzheimer; que tener una mascota contribuye a reducir los niveles de estrés y la probabilidad de caer en una depresión, etc.

En este contexto, una investigación dada a conocer a principios de año aduce que los pacientes con esquizofrenia se muestran más motivados y responden mejor a las sesiones de terapia cuando en ellas participan perros.

Mascotas con oficio y beneficio


La explicación que brindan los psicólogos a estos “bestiales” efectos se fundamentan en dos aspectos. De un lado, los animales como fuente de apoyo y cariño, debido a la especial capacidad que algunas especies parecen manifestar a la hora de percibir el estado de ánimo de sus dueños. Del otro, el hecho de que la responsabilidad de tener una mascota a su cargo brinda al paciente un estímulo, le hace sentirse necesario.

Algo muy importante en pacientes con discapacidades o enfermedades crónicas o muy graves, y que hasta ese momento se sentían “inútiles”, al necesitar la asistencia de otras personas.

Esta nueva responsabilidad les aporta confianza y autoestima renovadas. Además, muchas de las tareas asociadas al cuidado de la mascota se realizan en colaboración con otras personas; sobre todo, padres, hijos y conyuges, lo que contribuye a romper el aislamiento autoimpuesto y a fortalecer vínculos que el trauma había debilitado.

Estos valores, y los incontestables resultados  cosechados, hacen que poco a poco se vaya generalizando la terapia animal, o terapia asistida por animales.

Si estás pensando en compartir tu vida con una mascota, no olvides que las mascotas NO son un juguete así que compra, o mejor adopta a una mascota con responsabilidad, sabiendo que vas a tener un compañero para toda vuestra vida que requiere atenciones y obligaciones.

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