¿Es más difícil amarse ahora?

La convivencia amorosa y de pareja se ha hecho más difícil en la actualidad. No se trata de que se haya perdido la capacidad de amar, sino de dos motivos diferentes. El primero, que se espera más que nunca de las relaciones de pareja. Y el segundo, que se necesita inventar un nuevo tipo de amor, y no se sabe cómo hacerlo.
Hasta hace poco, la felicidad del hombre consistía en casarse con una mujer que le diera hijos sanos y organizara bien la casa. Y la de la mujer, en tener un marido trabajador y que fuera buen padre. Pero se ha producido un cambio trascendental: ya no se piensa en vivir cómodamente, sino en lograr la plenitud emocional.

Pero, al esperar más del amor, también crecen las posibilidades de fracasar.

TEMOR AL FRACASO


Ahora, se piensa que la gran oportunidad de ser felices es una profunda relación amorosa. Pero esta creencia no da estabilidad a la pareja, sino que la hace más frágil. Los jóvenes creen que una relación dura lo que dura, y que es mejor no esperar mucho de ella.
Se produce así una paradoja: si existe el temor a que algo vaya a suceder, se puede acabar colaborando de forma involuntaria a que ocurra. Así, las parejas de ahora tienen muy presente que existe la posibilidad de una separación, lo que hace que se creen medidas de autoprotección. Y con ello, aumenta el riesgo de fracasar. Previendo la ruptura, ninguna de las dos partes se confiará del todo; prefieren dejar la puerta abierta a otras posibilidades.
Por eso, muchas parejas nacen marcadas por un aire de provisionalidad: por prudencia, conservan sus amistades de solteros y mantienen sus inversiones económicas al margen del matrimonio. Hasta se firman contratos que especifican quien se quedará con la casa o el coche en caso de divorcio.

 

UNA CURIOSA PARADOJA


Se piensa que, cuando una pareja se casa después de haber convivido, ese matrimonio está garantizado, porque ya se conocen íntimamente. Pero los sociólogos comprobaron que los cónyuges que antes de casarse habían vivido juntos tenían un riesgo de separación de un 40 a un 60% mayor que los que se casaban sin cohabitación previa.

¿Cuál es la causa?


Los expertos dicen que “en los dos casos, en el matrimonio a prueba y en el divorcio, existe un patrón de conducta similar. En ambos subyace una ética individualista”. El matrimonio ha sido la unión de dos individuos que han deseado mantener su independencia. La metáfora clásica del matrimonio era “la media naranja”: su éxito dependía de la cooperación de ambos. Esta idea ha fracasado, y ahora existen dos personas autosuficientes que quieren convivir, con lo que surge la pregunta: si son autosuficientes, ¿por qué quieren convivir?


Y esa paradoja es hoy día la segunda gran dificultad para el amor. El sociólogo alemán Ulrich Beck escribe: “El amor es cada vez más necesario, y a la vez, imposible”. Durante siglos, la relación de pareja se basó en una estructura patriarcal. Hasta 1975, el artículo 57 del Código Civil español decía: “El marido debe proteger a la mujer, y esta obedecer al marido”. La explicación que la ley daba era: “Existe una potestad de dirección que la naturaleza, la religión y la historia atribuyen al marido”. Afortunadamente, eso se acabó. La liberación femenina ha servido para crear relaciones de pareja basadas en la igualdad.
Pero parece que no sabemos hacerlo bien. Se vive una época de provisionalidad afectiva, porque no existen patrones sentimentales claros, lo que provoca angustia y decepción.

Elogio de la ternura


Pero, a pesar del desconcierto, creo que se acabará por encontrar una solución. Después de la pareja, ¿qué? La pareja otra vez, pero más clara y justa. Voy a indicar por dónde veo la solución. Se basa en una teoría que creo que es verdadera: el único amor generoso, que alcanza la propia felicidad procurando la de otros, fue, originariamente, el amor maternal. Después, se ha transferido a las relaciones sexuales. Al placer se le ha unido el deseo de cuidar de otra persona, y de ser cuidado por ella. Así, los enamorados se infantilizan y se dicen palabras tiernas. Por eso, se debe construir una cultura del cuidado, que permita a las parejas tener roles distintos, sin caer de nuevo en la asimetría.

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