Las mentiras del Código Da Vinci
El código Da Vinci ha sido, y sigue siendo, en éxito literario. Pero también un gran escándalo.
¿Qué hay de verdad en los secretos que desvela?
Un conservador del Louvre es asesinado en el interior del Museo, pero antes de morir consigue dejar una serie de pistas. Hasta aquí, una novela policíaca al uso. Si no fuera porque el asesino es un miembro del Opus Dei; el móvil, hacerse con el secreto mejor guardado de todos los tiempos: el Santo Grial; y la víctima, el mandamás de una orden secreta de la que, dice la leyenda, formaron parte personajes relevantes como Isaac Newton y Leonardo da Vinci. La novela El código Da Vinci se ha convertido en un fenómeno único. Un éxito sin precedentes, asegura Joaquín Sabaté, director comercial de Umbriel, la editorial de la novela en español. Como efecto colateral, se han disparado las ventas de todos los libros relacionados con otros misterios que recoge el libro, y sus derechos cinematográficos ya han sido adquiridos por Columbia.
Pero, ¿qué ha mantenido pegados a sus páginas a millones de personas de todo el mundo?
La fórmula del éxito
Una mezcla de historia, religión y mucho de ficción, aderezado con códigos secretos, rituales y acertijos de todo tipo. Esto es El código Da Vinci. De hecho, este batiburrillo de supuesta realidad y ficción es lo que ha provocado las mayores críticas a la novela. Y es que, si bien es cierto que se trata de una novela y hechos novelados, el propio autor, Dan Brown, comienza el libro con un epígrafe titulado Los hechos, en el que afirma: Todas las descripciones de obras de arte, edificios, documentos y rituales secretos que aparecen en esta novela son veraces. Lo que ha formado un gran revuelo entre los expertos y las organizaciones citadas en la novela.
Además de la Iglesia católica como institución, que pone en entredicho al asegurar que construyó su doctrina en aras de su propio beneficio, la institución de existencia real que sale peor parada es el Opus Dei.
Así, Brown asegura como hecho: La prelatura vaticana del Opus Dei es una organización católica de profunda devoción que en los últimos años se ha visto inmersa en la controversia a causa de informes en los que se habla de lavados de cerebro, uso de métodos coercitivos y de una peligrosa práctica conocida como mortificación corporal. Unas acusaciones que materializa en el personaje de Silas, el asesino de la novela y numerario de esta organización. Al margen de la polémica, intentemos aclarar qué datos, de los que Brown da como ciertos, lo son.
Organizaciones secretas
Empecemos por la existencia del Priorato de Sión. Según Dan Brown, es una sociedad secreta real que fue fundada en 1099 y de la que se encontraron evidencias en unos documentos, denominados Les dossiers secrets, aparecidos en 1975 en la Biblioteca Nacional de París, en los que se enumeraba a sus miembros más destacados, como Leonardo da Vinci, Boticcelli, Victor Hugo y Jean Cocteau. Sin embargo, parece que, si bien es posible la existencia de este grupo, hay muchas dudas de que sea el heredero de la Orden de Sión que sí fue fundada en 1099. La primera noticia de la existencia del Priorato fue divulgada en una obra de investigación, The holy Blood and the holy Grial publicado en español como El enigma sagrado, que también se convirtió en superventas y en la que sus autores los británicos Richard Leigh, Henry Lincoln y Michel Baigent hablaban de esta sociedad secreta, cuyos miembros actuales eran los custodios de un linaje real derivado de Jesús, que es, según estos, el verdadero Santo Grial.
Fuentes dudosas
La base de esta investigación parte de unos documentos encontrados, efectivamente, en la Biblioteca Nacional de París, a los que dichos periodistas denominan los documentos Prieuré y de los que el experto en historia bíblica Ian Wilson, entre otros, dice que no son más que una burda falsificación introducida en la biblioteca por algún miembro de la supuesta sociedad secreta. De hecho, los propios periodistas británicos afirmaron en su segunda obra sobre el tema, El legado mesiánico: Vista desde una perspectiva, parecía una sociedad secreta internacional, rica, poderosa e influyente, entre cuyos miembros había figuras prominentes de las artes, la política y las altas finanzas. Vista desde otra perspectiva, semejaba un engaño deslumbrante de tan ingenioso, ideado por un reducido grupo de individuos para sus propios y oscuros fines. Quizá, de algun modo, era ambas cosas.
La conexión de la novela de Brown con los autores del El enigma sagrado es más que evidente. De hecho, el hilo del que parte la investigación de los periodistas británicos es la curiosa historia de Bérenguer Saunière. ¿Te suena el nombre? Sí; casualmente Saunière es el apellido del conservador del Louvre en la novela de Brown. Pues resulta que el verdadero fue un párroco de la aldea francesa de Rennes-le-Château que, desde 1885, cuando fue destinado a aquella aldea, comenzó a disponer de grandes sumas de dinero; restauró la iglesia, se construyó una gran mansión y hasta una torre, donde instaló su biblioteca. Y cuenta la leyenda que Saunière había descubierto unos pergaminos medievales, en una columna hueca de la iglesia, que contenían un secreto por el que alguien era capaz de pagar mucho dinero. Una vez puestos en duda los supuestos hechos que Brown da por reales, ¿qué hay de la estirpe real de Cristo?
El Rey Merovingio
Según Teabing, el personaje que desvela el secreto en la novela, la amenaza real es la existencia de un fruto de la unión de Jesús miembro de la casa de David y descendiente del rey Salomón y de María Magdalena de la casa de Benjamín, que tendría tal poder político que podría reclamar el trono. Y, de hecho, afirma que este es el verdadero Santo Grial, una denominación derivada de Sangreal, es decir, Sangre Real.
Lo más llamativo es la afirmación de que la descendencia de Jesús y la Magdalena formara parte de la dinastía merovingia de los reyes francos, cuyo descendiente moderno, dice el Priorato de Sión de El enigma sagrado, está oculto en espera de recuperar la corona de Francia. Este es el fundamento histórico en el que también se basa la novela El último merovingio, publicitada aprovechando la estela del éxito de Brown.
En definitiva, si algo está claro es que las fuentes que avalan El código Da Vinci no son históricas, sino leyendas y afirmaciones recogidas en libros seudocientíficos. Si no lo has leído todavía, seguro que ahora lo buscarás en la web para comprarlo. Y quizá eso es precisamente lo que pretende el autor, ¿no?
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