
La Rebelión de las máquinas

Situémonos en 2055. El hombre vive en total armonía con robots inteligentes que cocinan para nosotros, conducen nuestros aviones y cuidan de nuestros hijos. De repente, uno de ellos se ve implicado en el asesinato de un científico y cunde el pánico. ¿Podemos fiarnos de ellos? Esta es la trama de Yo, robot, la película basada en la obra de Asimov del mismo título, .
Y es que lo que Asimov define como el “complejo Frankenstein”, la rebelión de la criatura contra su creador, viene de muy lejos. Ya en la mitología griega, se nos cuenta la historia de Pandora, la mujer enviada por Zeus para contrarrestar el poder del fuego robado por Prometeo. Los dioses le habían dado una caja con instrucciones de que no la abriera jamás; pero su curiosidad le hizo abrirla, y de ella brotaron innumerables tormentos para el cuerpo y para la mente. Y es que, en realidad, el verdadero miedo de la Humanidad parte de un complejo de culpa: gracias a que ha sido dotado de inteligencia, el hombre ha creado herramientas que le permiten mantener el control de su entorno, y siempre hay algo que le dice que esa ambición se puede volver en su contra. Como la caja de Pandora, en algún momento, la creación del hombre supondrá su propia destrucción. Algo así sucede con HAL9000, el ordenador asesino de 2001. Una odisea en el espacio. HAL reúne todos los tópicos del monstruo que se vuelve contra su creador: frío, calculador y con aire de superioridad. Esta máquina diabólica acaba con todos los tripulantes de la nave; excepto uno, que consigue desconectarla. Algo parecido sucede en Resident Evil, en la que una heroína, interpretada por Milla Jovovich, consigue acabar con el cerebro central de una superestación secreta que había asesinado a todos sus habitantes y los había convertido en zombis. |
Esclavos asesinos
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