EL Humor de tu vida. Estás a 8 lecciones de pasarte al buen humor
Paul McGee, psicólogo estadounidense, ha ideado un curso para que las enfermeras, una profesión muy estresante, mejoren su sentido del humor.
McGee resume su técnica para estar de buen humor en estos ocho pasos.
1. Descubre qué te hace gracia. ¿Eres de los que hacen reír a los demás? ¿Qué cosas desatan tu carcajada?
2. Cultiva una actitud de juego. Piensa en qué situaciones estás serio y en cuáles relajado, e intenta pasar más tiempo en las segundas. Juega a menudo con niños o cachorros.
3. Ríete más veces y más fuerte. Durante una semana, oblígate a reír más de lo normal. Júntate con quienes más se rían en tu trabajo. Oblígate a ver películas de risa y prueba a fingirla (a solas).
4. Aprende a contar chistes. Cuenta chistes siguiendo estas normas: no te rías al contarlo ni después, asegúrate de que te sabes bien la historieta, no avances lo que va a pasar, no te disculpes si no se ríen y hazlo delante de poca gente.
5. Bromea con las palabras. Durante tres semanas, inventa una broma buscando dobles sentidos a las palabras.
6. Busca donde no lo haya. Por ejemplo, un folleto muy serio y bien diseñado llegó a los buzones de medio Madrid, y en él se leía: “Se limpian cristales a domicilio”. Puedes pensar: “Claro, si quieres te los llevo yo a la tienda”.
7. Aprende a mofarte de ti mismo. Haz una lista de cosas de ti que no te gustan y divídelas en “más o menos graves”, y posibles o imposibles de cambiar. Dile una de ellas a un amigo cada día.
8. Trivializa los problemas. Haz una lista de los asuntos y determínate a que, ya que son inevitables, les vas a sacar el lado cómico. Si logras hacerlo, te has pasado al buen humor.
Lo pillas o te lo explico?
No hay que reírse de quien no coge los chistes; no es tan fácil pillarlos, porque todo el cerebro interviene en su procesamiento. En el College of William and Mary de Williamsburg (EEUU) siguieron el camino de las ondas cerebrales tras un buen chiste a través del cerebro. Lo primero que se activa es el hemisferio izquierdo del córtex. Este procesa las palabras para analizarlas, y “pasa la bola” al lóbulo central, el encargado de percibir las emociones. Enseguida, la capacidad sintética del hemisferio izquierdo coteja la información con lo que “entiende” el lado derecho, juntos dan sentido a la broma y, digamos, cogemos el chascarrillo. Pocos milisegundos más tarde, sin que nos haya dado tiempo a lanzar la carcajada, la mayor actividad de las ondas cerebrales se da en el lóbulo occipital, es decir, la zona sensorial del cerebro. Entonces, las ondas delta alcanzan su clímax y aflora la risa.
Conviene saber enfadarse
La investigadora Esther Sternberg, experta en las reacciones que el estrés causa en el humor, cree que “lo importante es aprender a controlar su nivel para usarlo a nuestro favor”. ¿Y para qué puede servirnos? El director del Departamento de Psicología de la Universidad de Pennsylvania, Martin E. P. Seligman, explica: “Un estado de ánimo negativo tiene sus ventajas, porque activa un mecanismo crítico que ayuda a detectar lo que no funciona. Y un estado positivo sólo resalta las virtudes, y no los defectos. Ambas formas de pensar se generan en diferentes zonas del cerebro y poseen una química diferente”.
Aun así, en general, las decisiones se han de tomar en momentos de buen humor, aunque nos ayudemos de argumentos nacidos en malos ratos.
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