5 pensamientos que alguna vez has tenido y a qué se deben

tipos de pensamientos

Los pensamientos forman parte de las características propias del ser humano, es esta condición racional la que permite separarlo de otras especies animales. Existen muchos tipos de pensamientos, según su fundamentación científica y psicológica, y también están aquellos pensamientos que todos hemos experimentado alguna vez. Vamos a ver los 5 más comunes.

La mente funciona de una manera misteriosa, aunque ya existen muchos estudios y avances al respecto, todavía quedan áreas que no han podido trabajarse en su totalidad y que representan un misterio. Y es que la mente, y los pensamientos como parte de ella, parecen estar ajustados de manera individual a cada persona. Como no existen dos personas iguales, no habrá dos formas de pensar idénticas.

Los tipos de pensamiento han permitido comprender, en algún nivel, los principios que rigen esta acción de la mente. Hasta ahora se han logrado determinar 30 tipos diferentes, que pueden estar presentes en diferentes escenarios en una misma persona, aunque casi siempre, es predominante un tipo de pensamiento según sus características.

Así, por ejemplo, tenemos pensamientos duros y suaves. Estos son opuestos entre sí y trabajan en torno al razonamiento. Los pensamientos duros se aseguran de la exactitud de las cosas y por eso se asocian con la ciencia; mientras que los suaves, no se ocupan de las contradicciones y, por ende, se usan para temas como la filosofía.

Otros tipos de pensamiento que también se pueden destacar, son el pensamiento visual (que indica que el aprendizaje es más efectivo por medio de las imágenes), el pensamiento matemático (que usa los símbolos y los números para su mejor enfoque), el estratégico (que se basa en ideas claras que fomentan estrategias para la ejecución de tareas), entre otros.

Ahora bien, existen pensamientos que, sin estar específicamente vinculados a alguno de estos tipos, son comunes que la gente los tenga por ciertos factores, como el condicionamiento social, la negatividad que casi siempre impera en la mente humana, etc. Veamos algunos de ellos.

¿Qué encontrarás en este artículo?

Pensamientos que etiquetan

Las etiquetas forman parte de la vida cotidiana de nuestros pensamientos y se hacen presentes, queramos o no. No siempre responden a las características reales de las personas (terceros o nosotros mismos), o al hecho de que seamos prejuiciosos o no. Más bien, son una respuesta no planificada de la mente hacia un hecho determinado. Por ejemplo, cuando alguien da una mala respuesta, tendemos a pensar: “qué maleducada o qué pesada”.

Pensamientos absolutistas

Los pensamientos absolutistas son aquellos que se basan en palabras como: nunca, siempre, nadie, nada, etc. Estos pensamientos no prestan atención a acontecimientos pasados, sino que se basan en lo actual, y en el sentimiento que la situación inspira, la cual está normalmente establecida en un contexto negativo. Son muy utilizados cuando el objetivo es considerarse víctima por algo.

Pensar por los demás

Esta podría considerarse una de las formas de pensamiento que más daño hacen, tanto a nivel personal como afectiva con terceros. Sucede que en una conversación o en una situación determinada, pensamos sobre lo que le sucede al otro en función de nosotros mismos. Por ejemplo, “está molesto conmigo, porque me está mirando mal”, “no le importa lo que me pasa, solo quiere salir del problema”.

Pensamientos de generalización

Estos pensamientos agrupan a un conjunto de personas bajo una determinada categoría que está muy relacionada con lo que hacen. A veces se tienen, e incluso, se llegan a decir en voz alta, sin la más firme convicción o sin tener en cuenta los efectos negativos que podrían conllevar. Tal es el caso de “todos los políticos son corruptos” o “los servidores públicos son unos flojos”.

Pensamientos imperativos

Son aquellos pensamientos orientados a formularse como si se emitieran órdenes. Lo normal es que inicien o incluyan la palabra “deberían” en su interior. Por ejemplo: “él debería llegar más temprano” o “deberían haber servido jugo de fresa mejor”.

Lo bueno de los pensamientos es que nos pertenecen y no surtirán efecto en el entorno a menos que los digamos en voz alta. Por eso es tan importante analizar bien lo que se va a decir y, de cualquier manera, puede ser mejor escuchar que hablar.

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