¿Hasta qué edad se es joven?

Hay un momento trágico en la vida de un hombre: ese en el que no caben más velas en la tartaPrimavera de 1889. Una noticia corre de boca en boca por todo París: el gran Charles Edouard Brown-Séquard, catedrático de Medicina Experimental en el Colegio de Francia y uno de los grandes pioneros de la endocrinología, trabajando con un tipo de extractos endocrinos había descubierto cómo retrasar el envejecimiento. A comienzos del verano, en junio, informó de sus descubrimientos en la reunión de la Sociedad de Biología de París.
Brown-Séquard comenzó así su conferencia: Siempre he pensado que la debilidad de los ancianos se debía, en parte, a la disminución de la función de sus glándulas sexuales. Tengo 72 años. Mi vigor natural ha declinado considerablemente en estos últimos 10 ańos.

Continuó describiendo cómo había ido decayendo tanto su vigor sexual como su condición física. Pero la bomba venía después: el 15 de mayo había triturado un testículo de cachorro de perro, lo había colado con un filtro y se había inyectado el líquido remanente en la pierna. Poco tiempo después, hizo lo propio con los testículos de conejillos de Indias. Y lo más sorprendente: tras las inyecciones, su fuerza física había aumentado de manera espectacular. Y confesó: Me he rejuvenecido 30 años, y hoy he podido hacer una visita a mi joven esposa.
El impacto en la audiencia fue inmediato; y razonable, habida cuenta de que la media de edad de los miembros de la Sociedad de Biología era de 71 ańos. 

Entonces, el periódico Le Matin comenzó una campańa para recaudar dinero con el loable fin de crear un Instituto del Rejuvenecimento dirigido por Brown-Séquard. Como si de una fábrica de producción en serie se tratara, los testículos de toro entraban por un lado y la eterna juventud salía por el otro. Nunca en la historia tanta gente tuvo tanto interés por las criadillas. Pero el tiempo se encargó de poner las cosas en su sitio. Un periódico vienés comentó con socarronería: La conferencia debe considerarse como una prueba más de la necesidad de jubilar a los profesores que han llegado a los setenta ańos. Brown-Séquard, víctima del efecto placebo, pasó de ser un científico respetado a convertirse en el hazmerreír de todos, y su mujer le dejó por un hombre más joven.

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